Y una sonrisa. Una ilusión. Una esperanza. Se abrieron aquellas imponentes puertas de madera ante sus ojos.
Y pareció una boba al soñar con aquel lugar. A soñarse a sí misma con un ramo enorme de flores entre sus manos, y un sonoro aplauso que la lanzara al estrellato.
La sonrisa aún no desapareció de su rostro, como debía ser, como siempre había sido.
Con una hermosa sonrisa que demostraba al mundo el placer de hacer lo que más amaba.
De aspirar a cumplir sus sueños, de aunque fuera, al menos intentarlo.
Y aquella noche brilló como otra estrella más del cielo sobre el escenario de aquel viejo teatro.
Fue aclamada por el público. Se sintió demasiado bien, se sintió hermosa, se sintió sobre una nube de la que jamás desearía bajar.
Un sueño del que no debía despertar.
Él la besó en los labios susurrándole alguna palabra bonita que se perdió con el viento.
Ella le sonrió, pareciendo enamorada... pareciendo perdidamente enamorada de un hombre que probablemente le haría más daño del que ella pensaba.
Pero una actriz jamás debe enamorarse y atarse a una persona, porque su amor es el teatro.
Y ella era libre... jugaba, probaba, vivía... se enamoraba y se desenamoraba tan rápido que era difícil darse cuenta.
Disfrutaba de lo que se cruzara en su camino, sin complejos, segura de sí misma, a veces con dulzura, otras con algo de rebeldía.
Hubo historias que la hicieron volar, y otras que le hicieron aún demasiado daño.
En el fondo era frágil, como una mariposa... pero eso no le iba a impedir seguir viviendo.
Y buscar el amor hasta que un día lo encontrase.
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