HAMLET.–¿No es increíble que ese actor, fingiendo una emoción, con pasión imaginada, ponga tanta alma y vida en su ejecución que su rostro palidezca, se le salten las lágrimas, su expresión refleje inmenso dolor, la voz se le estrangule y su figura toda se amolde tan perfectamente al papel? Y todo ello… sin motivo alguno.
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