Que soy la que roba la luna de noche por ver como brilla

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miércoles, 5 de junio de 2013

Bodas de Sangre


LEONARDO.-
Ya dimos el paso; ¡calla! 
porque nos persiguen cerca 
y to he de llevar conmigo.

NOVIA.-
¡Pero ha de ser a la fuerza!

LEONARDO.-
¿A la fuerza? ¿Quién bajó primero las escaleras?

NOVIA.-
Yo las bajé.

LEONARDO.-
¿Quién le puso al caballo bridas nuevas?

NOVIA.-
Yo misma. Verdá.

LEONARDO.-
¿Y qué manos me calzaron las espuelas?

NOVIA.-
Estas manos, que son tuyas, 
pero que al verte quisieran 
quebrar las ramas azules 
y el murmullo de tus venas. 
¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta! 
Que si matarte pudiera, 
te pondría una mortaja con los filos de violetas. 
¡Ay, qué lamento, qué fuego 
me sube por la cabeza!

LEONARDO.-¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar 
y puse un muro de piedra
entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No to recuerdas?
Y cuando te vi de lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata 
mi sangre se puso negra, 
y el sueño me fue llenando 
las carnes de mala hierba. 
Que yo no tengo la culpa, 
que la culpa es de la tierra 
y de ese olor que te sale 
de los pechos y las trenzas.

NOVIA.-
¡Ay qué sinrazón! No quiero 
contigo cama ni cena, 
y no hay minuto del día 
que estar contigo no quiera, 
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva 
y te sigo por el aire 
como una brizna de hierba. 
He dejado a un hombre duro 
y a toda su descendencia 
en la mitad de la boda 
y con la corona puesta. 
Para ti será el castigo 
y no quiero que lo sea. 
¡Déjame sola! ¡Huye tú! 
No hay nadie que te defienda.

LEONARDO.-
Pájaros de la mañana 
por los árboles se quiebran. 
La noche se está muriendo 
en el filo de la piedra. 
Vamos al rincón oscuro 
donde yo siempre te quiera, 
que no me importa la gente 
ni el veneno que nos echa.

Federico García Lorca

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