Que soy la que roba la luna de noche por ver como brilla

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martes, 30 de noviembre de 2010

Y colorín colorado.

Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
En las sienes me latían
cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante
como un pájaro cansado.
Te reventaba en la boca
un clavel de veinte años
y en la mejilla un süave
melocotón sonrosado.
Cuando dijistes: "Te quiero"
fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde
calurosa de verano.
Se me echó encima el cariño
lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena
muerto de amor y sangrando
por cuatro bersos lentísimos
que me brindaron tus labios.
De la sien a la cintura,
de la garganta al costado.
¡Qué boda sin requilorios
sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba
el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo
a trigo recién cortado!
Que me escupan en la frente,
que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento,
yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sientes
en la palma de tu mano.
En cariños no hay fronteras,
ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
que dice sólo: "¡Te quiero!"
Y colorín colorado.


Rafael de León.

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