- El mar se me suicidó a pedazos,
- fue cayendo poco a poco, a mansalva
- dentro de mi corazón
- y terminó inundándolo.
- Con él se fugó toda la extensión de la playa
- y el sabor de algún rocío extraño
- cuando soñaba con la inmensidad
- que no se alcanza.
- Soy testigo de cierta obcecación insular
- que no conoce límites
- cuando las olas baten contra los farallones
- y hacen peligrar el mustio silencio de inoportunas ceguedades.
- He subido hasta mi último peldaño para reencontrar
- su inmensidad, para escuchar su rumor oscuro
- rodeándolo todo
- y apenas alcanzo a divisar su traicionera calma
- su espesura de signos su encantadora embriaguez
- su bofetada traidora justo al borde de un camino
- que alguien denominó encrucijada.
- Siempre soñé con el mar y su ademán de sombras
- infinita frontera entre tanto viento y territorio
- blasfemia desaforada que reniega de códigos y dobleces
- y lo engulle todo.
- Mi mar es otra mentira entre ceja y ceja
- una fiesta antigua otra alegoría que me salva...
- procacidad convertida en largo sufrimiento
- apodado trampa, cárcel, cerco, concilio, simulación, desconcierto.
- Mi mar es una isla adversa...
- otra frontera innecesaria.
Que soy la que roba la luna de noche por ver como brilla
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viernes, 8 de junio de 2012
Juan Carlos Rivera Quintana
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