Que soy la que roba la luna de noche por ver como brilla

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lunes, 7 de abril de 2014

Vega y Altair

Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años, había una princesa llamada Orihime que le gustaba pasar sus días tejiendo todo tipo de telas a la orilla del río Amanogawa (Vía Láctea en japonés) para luego ofrecérselas a los dioses. Tejía tanto, tanto, que no tenía tiempo para nada más, y aunque disfrutaba, se sentía sola.
Su padre, el rey Tenkou (Rey celestial) preocupado por ella, quiso que conociera a Hikoboshi, un pastor que vivía al otro lado del río en el que Orihime tejía sus telas. Hikoboshi y Orihime se enamoraron nada más verse y, poco después, se casaron.
Se amaban tanto que empezaron a descuidar sus tareas; Orihime dejó de tejer, y Hikiboshi no guiaba a su ganado, que se desperdigó por todo el cielo. El rey Tenkou, enfadado por la irresponsabilidad de su hija y Hikiboshi decidió castigarles: los separó, poniéndolos a uno y otro lado de la Vía Láctea para que nunca más pudiesen estar juntos.
Hikiboshi y Orihime volvieron a sus respectivas tareas, pero estaban tan desesperados por la distancia que le rogaron al rey Tenkou volver a verse una vez más. El rey Tenkou, conmovido por el profundo amor de su hija y el pastor, tomó una decisión: Orihime y Hikiboshi podrían juntarse una vez al año, el séptimo día del séptimo mes.
Sin embargo, cuando los amantes lo intentaron, se dieron cuenta de que no podían cruzar el río que les separaba, Orihime lloró tanto que una bandada de urracas vino en su ayuda para formar un puente de alas por el que poder atravesar el Amanogawa. Las urracas les prometieron que volverían cada año con la condición de que no lloviese, en ese caso, deberían esperar al año siguiente.
Y así, los amantes, cada año, cuando cae el 7 de julio, cruzan la Vía Láctea y se reúnen en el cielo estrellado. Los amantes son las estrellas Vega y Altair.

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